26 sept 2009

Un atentado a la belleza

EL ÁRBOL GORDO
.
Con esta popular denominación era conocido el magnifico plátano silvestre que hermoseaba la margen izquierda del Adaja en el lugar correspondiente a la antigua huerta de Colino, que hoy labran algunos de sus descendientes.
Se le columbraba desde donde quiera, y era una nota de espléndida hermosura natural que descollaba muy por encima del puente de Valladolid, según se sale de la ciudad a su diestra mano.
Este maravilloso ejemplar, de una circunferencia de sombra de unas docenas de metros, cobijo, en estío, de familias enteras que allí buscaban descanso y solaz, de grupos ruidosos de muchachos y chicas de nuestra ciudad y encanto de veraneantes, ya arraigados en el amor a este viejo predio de nuestros caros afectos, ha caído al impulso del hacha no hace muchos días.
No se nos oculta que sus propietarios ejercitan el derecho de cada cual a disponer de lo que es suyo, y a nosotros sólo nos cumple lamentar que esa decisión de orden privado nos robe un elemento de paisaje de una incomparable belleza, pues el esplendido árbol a cuya irreparable desaparición se dedican estas líneas elegiacas era un espécimen que no tendría digno par de su hermosura, frondosidad y majestuosa presencia en muchas leguas en contorno.
Desde luego en el término de Arévalo y extensos aledaños era único, solemne y señero. Pero ya el oro magnífico de sus hojas, melancólicamente besadas por los soles de otoño, cuando el árbol gigante estaba más bello, no cobijarán trinos de aves, ni su espeso palio de verdor en estío oirá risas juveniles, cantos de niños, conversaciones de viejos, acogidos a su sombra, y dulces idilios susurrados en voz baja.
Otra cosa bella que se va.
Acompáñela por lo menos en su éxodo eterno esta leve lamentación, sincera, pero ya inútil.
Mensual Arévalo. Marzo de 1953

No hay comentarios:

Publicar un comentario